Ve y vende lo que tienes… Después, ven y sígueme
Sabiduría 7,7-11
Hebreos 4,12-13
Marcos 10,17-30
Este domingo comenzamos la reflexión teniendo en cuenta el texto de la segunda lectura que nos invita a valorar la grandeza de la palabra de Dios. Cada ocho días, en el día del Señor, escuchamos dentro de la celebración eucarística varias lecturas tomadas de la Sagrada Escritura. No hay que perder de vista que es la palabra de Dios la que escuchamos, una palabra que “es viva, eficaz y más penetrante que una espada de doble filo. Llega hasta lo más íntimo del alma,…descubre los pensamientos e intenciones del corazón. Toda creatura es transparente para ella…”.
Por otra parte la primera lectura y el evangelio nos ayudan a centrarnos en la persona de Jesucristo. Él es esa sabiduría que debe ser preferida a los cetros, tronos, riquezas, al oro, plata, salud y belleza. Poseyendo la sabiduría todos los bienes vienen con ella, sus manos nos traen riquezas incontables. No cabe duda que teniendo a Jesús con nosotros, en nuestro corazón, lo tenemos todo, aunque nos falten los bienes materiales. Pero si tenemos todos los bienes terrenos y no tenemos a Jesús con nosotros, en realidad no tenemos nada.
El evangelio de san Marcos nos presenta a nuestro Señor dialogando con un hombre (el joven rico). La inquietud de aquel hombre era saber qué tenía que hacer para entrar a la vida eterna. La respuesta de Jesús no se hace esperar: “Ya sabes los mandamientos…”. Luego, cuando la persona le replica a Jesús que los mandamientos los ha cumplido desde muy joven, Jesús le responde: “Sólo una cosa te falta: Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme”.
Me parece que en estas palabras del Señor tenemos el centro del mensaje de este domingo. No basta con el solo cumplimiento de los mandamientos de la ley de Dios para sentirnos satisfechos con nuestra religiosidad. En realidad la vida cristiana va mucho más allá que una simple observancia de los preceptos divinos. El creyente no sólo se debe preocupar por esto, debe también lograr un desprendimiento pleno de los bienes materiales a fin de poder llenar su corazón de la presencia del Señor Jesús y convertirse en verdadero discípulo suyo.
El hombre del evangelio, al escuchar la invitación de Jesús “se entristeció y se fue apesadumbrado, porque tenía muchos bienes”, no fue capaz de desprenderse de su riqueza, su corazón estaba lleno de lo material, y por lo mismo no siguió al Maestro.
El evangelio termina diciendo, en boca de Jesús, que las personas que han sido capaces de dejarlo todo por seguirlo a él, recibirán en esta vida el ciento por uno, y en el otro mundo, la vida eterna. ¡Qué mejor riqueza que ésta! Jesús no se deja ganar en generosidad; él nos da más de lo que nosotros le entregamos. Él es la Sabiduría divina. Teniéndolo a él lo tenemos todo.
Pidamos a Dios Padre en la Eucaristía de este domingo, que la persona de Jesucristo ocupe para cada uno de nosotros el centro de nuestra vida, de tal manera que nuestro corazón no esté apegado a los bienes de la tierra. Amén.
+ Ruy Rendón Leal
Obispo de Matamoros