El buen pastor da la vida por sus ovejas
Hechos 4,8-12
1 Juan 3,1-2
Juan 10,11-18
Como es costumbre, el Cuarto Domingo de Pascua, llamado “Domingo del Buen Pastor”, la Palabra de Dios nos propone, para nuestra reflexión, la figura de Jesucristo Pastor en relación con nosotros, sus ovejas.
Comencemos diciendo que la expresión “buen pastor” aplicada a Jesús, en realidad significa que Jesús es el mejor de los pastores. No es un pastor más, ni siquiera es un “buen” pastor, es, ante todo, el mejor, el excelente pastor.
Cuatro cualidades posee nuestro Señor que el mismo texto del evangelio presenta y que nos ayudan a entender el por qué Jesús es “el buen pastor”.
En primer lugar, Jesús es el buen pastor porque conoce a cada una de sus ovejas: “Yo soy el buen pastor, porque conozco a mis ovejas”. Nos conoce mejor de lo que cada uno de nosotros se conoce a sí mismo. Y su conocimiento no es superficial; él conoce lo más profundo de nuestro interior. Conoce nuestros proyectos, ilusiones, desencantos, problemas, preocupaciones, caídas, ideales. Él nos conoce perfectamente, sabe qué es lo más conveniente para nuestra vida; no le somos indiferentes, se preocupa de nosotros; nos ama así como somos.
Jesús es el buen pastor porque protege a sus ovejas de cualquier peligro. No es como el asalariado, que “cuando ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye…”. Jesús nos cuida, nos protege, sabe de los peligros que amenazan la vida de sus ovejas, pero no nos deja solos; con su palabra nos va exhortando, previniendo de todo aquello que nos pueda dañar; nos hace ver dónde está el enemigo, el lobo que nos asecha. Él nos va acompañando por el camino y nos va dando los medios adecuados para no caer y para no dejarnos engañar por el mal.
El Señor Jesús es el buen pastor porque alimenta a sus ovejas con la mejor comida (ver evangelio de san Juan 10,9). Él lleva a sus ovejas a los mejores y más abundantes pastos para que estén sanas y fuertes. Nos ofrece para alimentarnos manjares sustanciosos que nutren nuestra vida interior. Estos alimentos son, de manera especial, su palabra y su cuerpo sacratísimo. Cuando escuchamos con el corazón la palabra de Dios, ésta se convierte en verdadero alimento; cuando nos acercamos al altar de Dios para comulgar con devoción, la sagrada comunión nos proporciona vida eterna. Qué magnífico pastor que, por amor, se convierte en pasto para que nosotros nos alimentemos de él.
Pero, sin lugar a dudas, la principal cualidad por la que Jesús es el buen pastor es porque él da la vida por sus ovejas: “Yo doy la vida por mis ovejas”. En efecto, él aceptó la muerte en cruz para que nosotros pudiésemos tener la vida eterna. Nos amó hasta el extremo de morir por todos los seres humanos, buenos y malos. ¿Qué pastor es capaz de morir por sus ovejas? Ordinariamente los pastores se cuidan, se protegen, para que no les suceda alguna desgracia, ponen a salvo primero su vida. Jesucristo, en cambio, nos ha dado la mayor prueba de que nos ama muriendo por nosotros, sus ovejas.
Démosle gracias al Señor, en la misa de este domingo, por ser el buen pastor, y pidámosle que nosotros seamos buenas ovejas de su rebaño: que nos dejemos conocer por él, que nos dejemos cuidar por él, que nos alimentemos de él y que, siguiendo su ejemplo, estemos dispuestos a dar la vida por nuestro prójimo. Amén.
+ Ruy Rendón Leal
Obispo de Matamoros