Gánense amigos con el dinero (cf. Lc 16,1-13)
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San Teofilacto hace notar que, mientras que en las cosas de la tierra administramos nuestros bienes procurando que nos duren para que nos sirvan de refugio,
en las cosas divinas se nos olvida meditar lo que nos conviene para la vida futura[1].
Por eso Jesús nos enseña a mirar hacia el futuro definitivo y así saber administrar los bienes que Dios nos ha confiado para ayudar a los demás y llegar a la meta. Lo hace a través de la parábola del administrador abusivo que, al ser descubierto, usó el dinero de su amo para ganarse amigos y así asegurarse un futuro.
Jesús no aconseja ser rateros ni corruptos, sino mirar al porvenir, como explica san Agustín[2]. Porque quien no lo hace se queda en lo inmediato y termina seducido por el dinero, hasta hacer todo con tal de tenerlo; mentiras, injusticias, robos, secuestros, extorsiones, corrupción, narcotráfico, trata de personas, tráfico de armas, pagar de menos y cobrar de más, hacer trampa a los pobres y aprovecharse de su necesidad.
Pero el Señor advierte que no olvidará esas acciones[3]; llegará el día en que haga justicia. “Dios es justicia y crea justicia –afirma Benedicto XVI– Éste es nuestro consuelo y nuestra esperanza… La gracia no excluye la justicia. No convierte la injusticia en derecho”[4].
Para que no destruyamos nuestra vida, nuestra familia, nuestra sociedad y terminemos condenándonos eternamente, Jesús nos invita a descubrir que cuanto somos y tenemos es un don de Dios. Por eso san Juan Crisóstomo, al tiempo de recordarnos que en esta tierra vamos de paso, dice: “seas quien seas has de saber que solo eres administrador de bienes ajenos”[5]. Bienes que, además, son transitorios.
Dios nos ha confiado administrar nuestra vida y los bienes que nos ha dado por un rato. Y la clave para hacerlo bien es dejar que el amor nos guíe para ganarnos amigos con el dinero, sabiendo invertirlo en lo que hace el bien y dura para siempre.
El dinero es un medio, no un fin. No es eterno; una enfermedad, una situación inesperada, ¡y se esfuma! Y el día que muramos no nos llevaremos ni un centavo. Por eso hay que descubrir que, como dice el Papa: “el Señor nos lo da para hacer que el mundo vaya adelante… para ayudar a los demás”[6].
Actuando así estaremos comportándonos como hijos de Dios, que ha levantado nuestra vida[7]. Porque habiendo caído la humanidad en la miseria a causa del pecado, envió a Jesús, que, al encarnarse y dar la vida, se hizo pobre para enriquecernos dándonos su Espíritu y haciéndonos hijos de Dios, partícipes de su vida eterna[8].
“Todo el que, previendo su fin, alivia el peso de sus pecados con buenas obras y da generosamente los bienes del Señor –dice san Juan Crisóstomo–, se gana muchos amigos, que habrán de dar buen testimonio de él delante de su Juez”[9].
Pidámosle a Dios que nos ayude a entenderlo y a ponerlo en práctica. Pidámosle que ilumine a los que tienen alguna autoridad: gobernantes, empresarios, líderes sindicales, sociales y religiosos, maestros, padres de familia, para que actúen bien, y con sus palabras y su ejemplo enseñen a los demás a hacerlo también, y así todos podamos llevar una vida en paz[10].
+Eugenio A. Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros
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[1] Cf. Catena Aurea, 10608.
[2] Idem.
[3] Cf. 1ª Lectura: Am 8,4-7.
[4] Spe salvi, 42-44.
[5] Cf. Catena Aurea, 10601.
[6] Homilía, 21 de octubre de 2013, en Santa Marta.
[7] Cf. Sal 112.
[8] Cf. Aclamación: 2 Cor 8,9.
[9] Cf. Catena Aurea, 10601.
[10] Cf. 2ª Lectura: 1 Tim 2,1-8.