Yo soy el camino, la verdad y la vida (cfr. Jn 14,1-12)
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La vida es difícil, no cabe duda; enfermedades, problemas en casa, la escuela, el trabajo. Penas y dificultades en un mundo plagado de mentira, injusticia, corrupción, pobreza, violencia y muerte. Por eso muchas veces sentimos miedo y desesperanza ante un pasado doloroso, un presente difícil y un futuro incierto.
Pero Jesús nos dice: “No pierdan la paz”. ¿Porqué? Porque en él, Dios, creador de todas las cosas, se ha hecho uno de nosotros para rescatarnos del error que cometimos al desconfiar de él y pecar, con lo que abrimos las puertas del mundo al mal y la muerte. Porque él, dándonos su Espíritu nos ha hecho hijos de Dios y nos ha regalado un futuro maravilloso: llegar a la casa del Padre, en quien seremos por siempre felices.
Por eso, aunque tengamos que enfrentar situaciones difíciles, podemos seguir adelante. “Solo cuando el futuro es cierto como realidad positiva –dice Benedicto XVI–, se hace llevadero también el presente”[1].
Pero ¿cómo alcanzar ese futuro? Siguiendo el camino que a él conduce: Jesús, que es la verdad de cuanto existe y la vida plena y eterna. Por eso, san Pedro nos dice: “dichosos ustedes los que han creído”[2]. Dichosos porque Dios cuida de aquellos que en su bondad confían; los salva de la muerte y les da la vida[3].
Sin embargo, a veces sentimos que no es fácil seguir a Jesús, porque nuestras debilidades y las tentaciones, problemas y penas de la vida nos hacen tropezar. Cuando eso suceda y nos sintamos desanimados, recordemos que, como decía san Agustín: “preferible es tropezar en este camino, a marchar fuera de la vía recta” [4].
“La fe en Cristo –afirma Crisóstomo– es más potente que todos los acontecimientos que sobrevengan”[5]. Quien cree en Jesús hará las obras de amor y bien que él hace, y sabrá superar las dificultades, como los primeros cristianos[6]. “En la vida –comenta el Papa Francisco–, los conflictos existen, la cuestión es cómo se afrontan”[7]. Siguiendo a Jesús por el camino del amor a Dios y al projimo venceremos el temor y saldremos adelante, conscientes de la meta definitiva a la que nos conduce.
+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo de Matamoros